lunes, 10 de agosto de 2015

MÉNARD






Jean Ménard es un buen amigo mío que habla  con las flores. De no habérmelo confesado él mismo, nunca yo lo hubiera imaginado. De chiquito le gustaba dormir en el suelo entre  las flores que cultivaba el abuelo. Ciertas flores eran únicas y lo maravillaban. Venían de lejos, tal vez de otros planetas o de  otras estrellas…¿como él?...
Hoy, con 87 años encima, le cuesta caminar a ese amigo  que en su vida ha trajinado tanto. Al anochecer,   cuando más le pesa la soledad, una complicidad se establece entre él y  las dos plantas de su habitación. Son sus compañeras de célula, únicos seres vivos  con quienes charlar mientras  muere el día.
Mi amigo creció en un ambiente de obreros. Les debe todo a ellos y les pagó de vuelta peleando y dando la vida por ellos en Cuba, Chile, Nicaragua, Quebec.  Su trabajo como educador, más bien como alumbrador de conciencia,  lo llevó paso a paso a compartir la suerte de los más pobres hasta dormir entre ratas y vómitos de borrachos. Se metió en los tugurios más oscuros para escuchar la voz de los pequeños, y se subió a muchos estrados para hacerla oír. Su inteligencia es aguda y su memoria, fenomenal. Por debajo de una aparente calma y un humor pícaro, se esconde una sensibilidad  a flor de piel. Él es el corazón, los ojos, la voz de los golpeados de la vida. Cuando habla de ellos, su cara se ilumina y  sus ojos a veces se mojan de  lágrimas. Pero también se enoja.   
En él hay risa, viveza, muchas metáforas y bronca. La bronca, la indignación y la impotencia que raya en desesperación,  la mayoría de los quebequenses no pueden expresarlas sino  con palabrotas no muy católicas. Por eso, las numerosas protestas y los relatos de mi amigo (es un narrador fascinante) son a menudo remachadas con esa clase de irreverencias que dicen a las claras aquello que se suele callar…
Es sacerdote. No lo oculta. Pero el cuello romano ha desaparecido hace tiempo de su universo. Él no es de la casta de los “eunucos para el Reino”, y  además es  anticlerical,  como Jesús. Sus amigos son los sindicalistas de la base, los militantes de los derechos humanos y de la justicia social, los grupos comprometidos con el desarrollo de una economía humana y sostenible, los defensores del medio ambiente y de la ecología, sin olvidar a las prostitutas y prostitutos, a los homosexuales, a los drogadictos, a los borrachos y a todos los que son rechazados por los ladrones de corbata y por los “buenos” formateados por la moral de la  guita y del poder.
Sus enemigos son millones, pero se concentran en uno solo: el CAPITALISMO que, en su versión burguesa, se adorna con  todas las virtudes para que las masas lo veneren como su salvación. Aunque sea la hipocresía personificada, el capitalismo es el Mesías y Señor adorado, amado y engordado  por la ideología que predomina entre la “gente bien” y los adeptos de la Iglesia en su versión todopoderosa y eterna, guardiana infalible de la paz universal y de la verdad celestial.
Mi amigo no dobla la rodilla ante esos monstruos que, hasta hace poco, queriendo establecer el paraíso sobre la tierra,  asesinaron a millones de gente y crearon en varias partes del mundo infiernos más crueles que los que pretendían aniquilar.  Dicho esto, mi amigo es revolucionario, al igual que Jesús. Está en contra de la dictadura del Capital y la del Proletariado. Está en contra de toda Dictadura, incluida y sobre todo la Dictadura de la Religión. Su partido es el de la libertad, como Jesús; el de la justicia, de la verdad, de la  bondad y de la tolerancia, como  Jesús. Con Jesús él milita por una humanidad más… humana y nada más, porque si existe lo divino, de seguro es por allí donde se encuentra. 

A veces mi amigo es bastante duro para con ciertos miembros de su familia espiritual y misionera, por la sencilla razón que no se ha sentido comprendido o mínimamente acompañado por ellos. Querido por unos cuantos apenas, odiado o envidiado por otros, estimado por más de uno (pero de lejos solamente), es  tolerado o generalmente ignorado por la mayoría.  La verdad es que nunca mi amigo ha seguido el montón.  No se lo escuchaba balando con las demás ovejas. Era crítico, no miraba el mundo con los ojos de una religión de dogmas, de normas morales y de ritos litúrgicos. Veía el mundo tal como es, sin lentes piadosos. Lo analizaba con la precisión de un relojero. Podía desmontar los mecanismos más sutiles del neoliberalismo  y poner al desnudo su iniquidad. No estaba en contra de toda forma de mundialización, sino solamente contra la mundialización de aquella injusticia monumental que está siendo parida por la insaciable rapacidad de los que ya lo poseen todo.
No le hablen de Jesucristo, a menos de poner bien los puntos sobres las íes al respecto. Los poderosos que manejaron la Iglesia durante unos quince siglos, falsearon al verdadero  Jesús. De él hicieron un semidiós bajado del cielo para “bautizar” al sistema establecido y  preservar su “orden” y su “paz”. No se debe olvidar que el sistema establecido fue el que crucificó a Jesús y, aunque haya cambiado en algunas de sus formas, hoy en día, sigue crucificando más que nunca; su “orden” y su “paz” son para una inmensa parte de la humanidad nada más que muerte y miseria.
Ese Cristo, vaciado de su sal y de su fuerza profética, es un Cristo falso. Es una  pura fabricación de aquellos que se han hecho “dueños” de la tierra y que mi amigo denuncia con toda fuerza. Él prefiere mil veces ser tenido por ateo antes que partidario de tal Cristo. Porque, para mi amigo, el verdadero Jesús pertenece esencialmente  a los pobres, a los oprimidos, a los excluidos;  el problema es que los ricos, que lo han robado todo a los pobres, les robaron también el  verdadero Jesús.
El gran Cristo oficial de nuestras Iglesias oficiales, que se llevan generalmente muy bien con los bancos, las multinacionales, las mafias,  los gobiernos y las dictaduras (sobre todo las de corte católico o cristiano) no es el Jesús del Evangelio, y su Dios no es el Dios de Jesús; por lo tanto, no es tampoco el Dios de mi amigo.
De hecho, algunos creen que mi amigo es más o menos ateo. Nada raro, pues a Jesús sus enemigos le acusaban de ser “blasfemo”, lo cual quería decir precisamente que era un hombre sin dios, una clase de demonio.  Puesto que para nuestros cerebros cuidadosamente lavados,  el Dios Todopoderoso y el Poder son prácticamente la misma cosa, nadie puede criticar a  los de arriba sin criticar al mismo  Dios.  Ahora bien, Jesús criticaba a los de arriba, sobre todo a los de la cúpula religiosa, y por eso fue repudiado por ellos y erradicado de la comunidad  como un “sin Dios”. Algo así le ha pasado a mi amigo.  Por cierto, Jesús era manso, compasivo, paciente, pero también era provocador; algo por el estilo era mi amigo. Los dos arremetieron contra la hipocresía revestida de honorabilidad y de santidad.
Mi amigo no es un santo, no más que el Jesús verdadero que fue tildado de borrachín y glotón, de loco, pecador y endemoniado. Mi amigo es sindicalista, amigo íntimo de Michel Chartrand, el muy desbocado y truculento personaje  que fuera  quizá el hombre más justo y el cristiano más auténtico que el Quebec haya producido. Fue amigo también de Dorothy Day del Catholic Worker, la heroíca apóstol de los obreros y obreras de los barrios miseria de Nueva York. Esa mujer,  que era cristiana hasta los tuétanos, fue ferozmente denunciada como “comunista” y combatida incluso por la Iglesia. Hoy su causa de canonización ha sido introducida en Roma. ¡Qué Iglesia, por Dios: crea a los mártires y luego los canoniza!
Entre los amigos de mi amigo  se destaca también Leonardo Boff, brillante teólogo que difundió la Teología de la Liberación por todo el mundo. Mi amigo y Leonardo formaron parte de un grupo de cristianos y cristianas de izquierda y derecha que fueron los primeros, cuarenta años después de la revolución de Mao, en  poner los pies en la China comunista a invitación de la Oficina de los asuntos religiosos del país.  En aquella época, Leonardo aún no había sido juzgado definitivamente como un leproso irrecuperable, pero ya figuraba en la lista negra del Vaticano. En estos días, sin embargo, el  buen Papa Francisco no tiene reparos en  consultar a Leonardo para sus encíclicas… Oscar Romero, Enrique Angelelli,  Helder Câmara, Proaño… fueron todos señalados por Roma como personajes peligrosos, pero uno ya ha sido  canonizado y los otros lo serán un día.
 Son docenas de miles los que han sido perseguidos, rechazados e incluso maldecidos por una parte de la Iglesia, tal vez no del todo mayoritaria pero aún muy poderosa, la que, atascada en su  pasado imperial,   no acaba de tragarse el Concilio Vaticano II y de seguir creyendo que la “Buena Noticia a los pobres y la liberación de los oprimidos” son resabios de modas trasnochadas, inspiradas más por Karl Marx y el mismo Satanás que por el Espíritu de Dios. ¿Aprenderá, al fin? … Francisco, quien no deja de convertirse desde que se ha hecho  Papa,  ¿logrará cambiar el curso de las cosas,  el que incita la  Iglesia a pelear (“¡Hagan lío!”), e incluso a rebelarse contra el Capitalismo y su dictadura del Dinero, el cual, según sus propias palabras, no es sino “el excremento del diablo”? …

En esas aguas mi amigo pasó la vida chapoteando. Frecuentaba a los “sospechosos” y comía con los “pecadores”,  como Jesús. Es así como,  en 1970, se lo encuentra en la Unión Soviética, en la noche de Navidad, cantando en francés en plena Plaza Roja de Moscú: “Esta noche es Nochebuena, ¡Pueblo, ponte de pie  y canta tu liberación!”...Corre de un Foro Social Mundial a otro. Aparece de repente en Bosnia por la causa de los Derechos humanos. Se le ve surcando el Québec entero para  denunciar las trampas del neoliberalismo y hacer surgir  una “nueva conciencia”,  única fuerza capaz de mover las montañas.  Además de sindicalista, mi amigo es altermundialista, socialista, ecologista, independentista (partidario de la independencia del Québec), miembro del grupo fundador del partido  Quebec Solidario; es también “carré rouge” y feminista; de vez en cuando participa de una misa celebrada por una mujer (sí por una mujer) de la Iglesia católica, pero  “extramuros”. Como ven, no hay un vicio que mi amigo no tenga. De haber vivido en la época de Jesús hubiera sido crucificado con él…
Solidario de todas las víctimas, mi amigo llegó finalmente a ser una de ellas. Es muy triste, pero parece que con esa moneda se pagan a veces a los que se atreven a abrir caminos nuevos…
Cuando muera, se dirá de él que fue un buen servidor del Evangelio y se cubrirá su ataúd con un hermoso ramo de flores. ¡Enhorabuena! Lo dije desde un principio: a mi amigo le encanta dormir entre las flores.
                                                               Eloy Roy
Agosto de 2015

P.D.: ¿Qué dice el Papa Francisco?

A los jóvenes de Argentina en las JMJ de Río de Janeiro, 2013, el Papa les dice: “¡HAGAN LÍO!”

En un discurso pronunciado en el Encuentro mundial de los movimientos populares celebrado en el  Vaticano (28 de octubre, 2014) el Papa declara:
“El amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo son derechos sagrados… Pero si hablo de esto, resulta  para algunos que el papa es comunista (...) Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia.” 
“Los pobres no son seres resignados, saben protestar y rebelarse. (…) Espero que el viento de esa protesta se convierta en una tormenta de esperanza.”
 

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